El siguiente Artículo es un audio dejado por el V.M. Samael Aun Weor, el cual puedes escuchar Youtube en el siguiente enlace, o si prefieres la lectura, lo puedes leer a continuación.
El Mundo de las Apariencias
Bueno hermanos, vamos a empezar nuestra plática de esta noche. Ruego a todos a poner la atención debida. En todo caso, el sentido de la plática de esta noche significa que nosotros no debemos dejarnos llevar de las apariencias. Debemos no dejarnos fascinar por las distintas escenas de la vida. La vida es como una película. Es una película compuesta como es natural por muchos cuadros, escenas. No conviene en modo alguno identificarnos con ninguna escena, con ningún cuadro, con ninguna apariencia, porque todo pasa. Pasan las personas, pasan las cosas, pasan las ideas. Todo en el mundo es ilusorio.
Cualquier escena de la vida, por muy fuerte que ella sea, pasa y queda atrás en el tiempo. Lo que nos debe interesar a nosotros es eso que se llama el Ser, la conciencia, he ahí lo fundamental. Porque el Ser no pasa. El Ser es el Ser, y la razón de ser, del Ser, es el mismo Ser. Cuando nosotros nos identificamos con las distintas comedias, dramas y tragedias de la vida, es obvio que caemos en la fascinación y en la inconsciencia del sueño psicológico. He ahí el motivo por el cual no debemos identificarnos con ninguna comedia, drama o tragedia de la vida. Porque por muy grave que sea, pasa.
Hay un dicho vulgar que reza así: “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. Así que todo es ilusorio y pasajero. Uno a veces en la vida se encuentra con algunos problemas difíciles. Sucede que a veces no encuentra uno en la vida, dijéramos la salida, la solución al problema, y este se vuelve enorme, monstruoso, gigantesco ante nuestra mente. Entonces sucumbe uno entre las preocupaciones. Dice, ¿como haré? ¿que haré? no le encuentra escapatoria. Y el problema a medida que se analiza se vuelve más y más monstruoso, enorme y gigantesco. Pero llega el día y si nosotros afrontamos el problema tal cual es, es decir, si agarramos el toro por los cuernos, como se dice, vemos que el problema queda en nada, se destruye por sí mismo, es de naturaleza ilusoria.
Más suele cualquier problema tomar tales proporciones, su realismo se vuelve tan crudo ante nuestra mente que en verdad no se le encuentra salida por ninguna parte. Siente uno que sucumbe ante el mismo, que en modo alguno se vuelve soluble. Pero si uno se le enfrenta al problema, verá que es ilusorio. Y que pasa, como digo, todo tiene que pasar y al fin queda en nada.
Si uno procede en esa forma, no identificándose jamás con ninguna situación, con ningún evento, logrará estar siempre alerta y vigilante, como el vigía en época de guerra. Y es en ese estado de alerta donde uno descubre sus defectos psicológicos. Defecto descubierto debe ser comprendido y después eliminado. La mente por sí misma no puede alterar ningún defecto psicológico.
La mente sólo puede rotularlos, cambiar cualquier defecto pasándolo de un nivel a otro. Mas jamás alterarlo radicalmente. Se necesita de un poder que sea superior a la mente y ese poder existe en nosotros. Quiero referirme en forma enfática a la Divina Madre Kundalini. Si lo ha comprendido que tiene tal o cual defecto, si lo ha entendido íntegramente y en todos los niveles de la mente, entonces puede concentrarse en Devi Kundalini Shakti y mediante ella podemos eliminar cualquier defecto de tipo psicológico.
Kundalini es la Divina Madre Cósmica. En las religiones se le ha representado como María o como Tonantzin, Maraj, Rea, Cibeles, Adonía, Insoberta, etc. La Madre Cósmica, la Madre Divina. Ella en sí misma es una parte de nuestro propio ser, pero derivado. Quiero decir por esto que la Madre Cósmica está dentro de nosotros aquí y ahora. Y si nosotros imploramos a ese poder, si pedimos a la Madre Divina que elimine de nuestra psiquis cualquier defecto de tipo psicológico, ella así lo hará. Es obvio que por tal motivo se desintegrará el defecto en cuestión.
Mediante la Divina Madre Cósmica podemos eliminar todos nuestros defectos psicológicos. Como quiera que la conciencia está embotellada entre los defectos, eliminados estos, la conciencia despertará radicalmente y entonces podremos ver, oír, tocar y palpar las grandes realidades de los mundos superiores. Pero es indispensable no identificarnos con ninguna circunstancia de la vida.
Cuando no nos identificamos con tal o cual problema, cuando permanecemos alerta, descubrimos en el problema nuestros propios defectos psicológicos. Normalmente se ha visto que los problemas obedecen al miedo. El yo del temor mantiene los problemas vivos. Se le teme a la vida, se le teme a la muerte, se le teme al qué dirán, al dice que se dice, a la miseria, a la hambre, a la desnudez, a la cárcel, a todo se le teme. Y debido a esto los problemas se hacen cada vez más insolubles, más fuertes. En un problema económico, ¿qué tememos? La ruina. O el que tengamos que pagar determinada deuda, o el que si no pagamos nos meten a la cárcel, etc. En un problema de familia, ¿qué tememos? El dice que se dice, la lengua viperina, el escándalo, los intereses creados. Etcétera, etcétera, etcétera. Pero si se elimina el yo del temor, ¿en qué queda el problema? Todo se esfuma, se vuelve nada.
Tenemos que pagar el alquiler de una casa. Tememos que nos lancen a la calle. Hasta pasamos noches desvelados pensando en que el actuario ha de llegar y sacarnos a la calle. Y al final, al fin llega el día. Y resulta que el problema se solucionó. Quizá por donde menos lo esperábamos. Entonces, ¿en qué quedó el problema? Y si no se solucionó la cuestión, si nos echaron a la calle con todos los muebles, etc. ¿Qué pasó? En la calle no se quedarán los muebles. Alguien tendrá que recogerlos. El fin, por ahí no faltará un lugar donde meterlos. Si los muebles se pierden, ¿se perdieron y qué? Más se perdieron en el diluvio. ¿Por qué nos vamos a apegar a unos muebles? Después pasó el problema. Por ahí quedamos viviendo en algún lugar, y el problema quedó atrás en el tiempo. ¿Qué se hizo el problema? No olviden ustedes que todo pasa. Pasan las ideas, pasan las personas, pasan las cosas.
Todo en este mundo es fugaz e ilusorio. No podemos y no debemos identificarnos con las apariencias, porque las apariencias engañan. Eso es obvio. Pensemos en los estados de conciencia. Y eso es superlativo.
La Antipatía mecánica
Hay una tendencia general de todos. A juzgar equivocadamente a todos. Y eso es lamentable. ¿Por qué todos juzgan a todos? Y equivocadamente. ¿Cuál es el motivo? Sencillamente uno, y muy fácil de comprender. Sucede que cada cual proyecta sus propios defectos psicológicos sobre los demás. Cada cual ve en el prójimo sus propios defectos. Los defectos que a otros endilgamos los tenemos muy sobrados nosotros. Juzgamos a otros como nosotros somos. ¿Han oído hablar ustedes de la antipatía mecánica? Que de pronto alguien siente antipatía por alguien, sin haber motivo alguno. Entonces decimos, esta persona me cayó gorda. Frase muy típica quizás. Pero ¿por qué? Nunca la hemos visto, hasta ahora nos la acaban de presentar. ¿Qué sucedió? ¿Por qué nos ha caído tan gorda esa persona? Si ni la conocemos. Porque le vimos la apariencia, es alta, es baja, es gorda, es delgada. Tiene la nariz araguileña o la tiene achatada. Y ese es el motivo ya como para decir que nos cayó gorda. ¿Qué ha sucedido? Sencillamente porque hemos proyectado sobre nuestra víctima, nuestros mismísimos defectos psicológicos.
Posiblemente hemos visto en esa persona el defecto más grave que tenemos. Ya a nadie le gusta verse así, dijéramos, tal escarnecido. La realidad de los hechos es que tal persona se ha convertido en el espejo donde nosotros nos vemos a sí mismos tal cual somos. Si estamos alertas, si no nos identificamos con el evento, con la persona aquella que nos cae tan gorda, si en vez de estar la criticamos, nos autocriticamos, nos auto-observamos a ver qué es lo que está pasando, descubriremos que un defecto nuestro, nacido de ayer o de antiayer, o quién sabe de qué tiempo atrás, o de otras existencias, se ha reflejado en aquella persona. Y por eso nos cae tan gorda. He ahí lo que es la antipatía mecánica, absurda en un ciento por ciento. Nosotros necesitamos aprender a vivir políticamente. El ser humano, ante todo eso, un ente político, un animal político, y el mismo hombre es un hombre político. Si uno no sabe vivir políticamente, se crean problemas en la vida.
Uno tiene que aprender a vivir políticamente. Y en vez de sentir antipatías mecánicas, vale la pena que nos investiguemos a sí mismos, que en verdad que proyectamos nuestros propios defectos psicológicos sobre los demás. ¿Por qué juzgamos equivocadamente al prójimo? ¿Por qué todos tenemos tendencia a ver en el prójimo toda clase de defectos? Sencillamente porque proyectamos en el prójimo nuestros propios defectos. Juzgamos equivocadamente. Suponemos que Fulano es así o asá, y resulta que ni es así ni es asá. Es completamente diferente y nuestro juicio resulta equivocado, falso. Vemos los hechos ajenos, y tenemos la tendencia de interpretarlos erróneamente. Nunca somos capaces de ver los hechos ajenos con ecuanimidad, con serenidad. Siempre los calificamos equivocadamente.
Recuerden ustedes que hay mucha virtud en los malvados, y que hay mucha maldad en los virtuosos. Los defectos que cargamos en nuestro interior nos vuelven injustos para con el prójimo. Nosotros nos amargamos a sí mismos la vida con nuestros propios defectos. Y lo más grave se la amargamos a los demás.
El defecto de los Celos
El defecto de los celos, por ejemplo, cuánto daño ha hecho. Existen celos políticos, existen celos de tipo religioso, celos de tipo profesional. Celos pasionarios, vulgares, del hombre por la mujer, de la mujer por el hombre, etcétera, etcétera, etcétera. Ese es un yo, el yo de los celos, y es ciego, no sabe de lógica, no sabe de los razonamientos, no entiende nada de ciencia, ni escucha razones. ¿Cuántos casos de muerte se ven por los celos? Los celos profesionales, ¿cuánto daño hacen? Algunos curanderos malviven, sabían sanar las enfermedades al prójimo, magníficos botánicos. Muchas veces fueron a dar a la cárcel. ¿Quién los metió en prisión si no estaban haciendo mal a nadie, si solo sanaban al prójimo? Los celos profesionales, ¿de quién? De sus colegas titulados. En el campo, profesionista, los celos parecen multiplicarse espantosamente. En círculos y círculos, círculo artístico, círculo político, círculo religioso, pero en cada círculo hay terribles celos, espantosos, sufren los celosos y hacen sufrir también a sus semejantes.
Los celos han causado mucho daño, gravísimo. Y si eso decimos de los celos, ¿qué diremos nosotros de todos los otros defectos que tenemos? Ahora las apariencias engañan. Muchas veces juzgamos un acto ajeno en forma equivocada, de acuerdo con nuestros celos, y el resultado viene a ser precisamente la calumnia. Y todos calumnian a todos. Eso está ya demostrado.
Hay tendencia siempre a dejarnos llevar de las apariencias, determinado acto puede ser juzgado en una forma, y la realidad correspondiente al mismo es otra. Un hecho cualquiera podría ser juzgado en determinada forma y de cierto modo, y no coincidir el juicio con el hecho. Porque resulta que el hecho tiene otro sentido diferente al juicio. Entonces el juicio sale equivocado. Al haber juicio equivocado se ofende al prójimo, y quien emite el juicio equivocado también se ofende a sí mismo. Se causa dolor.
Saber vivir es muy difícil, porque vivimos en un mundo de apariencias, ilusorio, Y tenemos la tendencia siempre a identificarnos con las apariencias, olvidando lo esencial, que es el Ser. He ahí lo grave. Dentro de nosotros existen factores psicológicos espantosos que ignoramos y que jamás admitiríamos tener. Ante todo deben recordar ustedes que el yo no es algo dijéramos perenne. Que el yo es una suma y también una resta, una multiplicación y una división de elementos inhumanos. Cada elemento de esos es un yo. Así pues no tenemos un solo yo, tenemos muchos yos. Nuestro yo es pluralizado, no singularizado. Y eso es algo que ustedes deben comprender, porque existe el yo temo, el yo amo, el yo odio, el yo envidio, el yo tengo celos, el yo tengo coraje, etc.
Cada uno de esos yoes tiene tres cerebros: el intelectual, ubicado en la cabeza, el emocional en el corazón y el motor instintivo sexual el la espinal dorsal. Cada uno de esos yoes es una persona diferente, así pues tenemos muchas personas viviendo dentro de nuestra persona. Lo más grave es que la conciencia, lo más digno, lo más decente que hay en nosotros está embotellado entre todas esas personas internas que cargamos. Y se procesa la conciencia en esa forma, de modo subconsciente, en virtud de su propio condicionamiento, es decir, está dormida. Y ahí lo grabe.
La Conciencia dormida
Si tenemos la conciencia dormida, ¿cómo podríamos en verdad conocernos a sí mismo? Ahora, ¿creen ustedes acaso que alguien que no se conoce a sí mismo puede conocer a los demás? Si a sí mismos no nos conocemos, ¿cómo podríamos afirmar nosotros que conocemos a los demás? Que conocemos a nuestros amigos, que conocemos a las gentes. Si queremos conocer a los demás, hemos de empezar por conocernos a sí mismos. Somos necios, no conociéndonos a sí mismos creemos que conocemos a los demás, cual necios somos, cual absurdos. Si nos conociéramos a sí mismos, todo sería distinto. Desgraciadamente, no nos conocemos a sí mismos.
Si un hombre no se conoce a sí mismo, no conoce sus propios mundos internos, ¿cómo podría conocer los mundos internos del planeta Tierra? ¿O cómo podría conocer los mundos internos del Sistema Solar o de la Galaxia Interna? Si alguien quiere conocer los mundos internos de la Tierra o del Sistema Solar o de la Galaxia o de las Galaxias, debe empezar por conocer sus propios mundos internos. Empezar por conocerse a sí mismo. ¿Cómo podríamos conocernos a sí mismos si no dirigimos jamás la inteligencia hacia dentro, hacia el interior? Si no nos acordamos nunca de nosotros mismos, debido a que estamos identificados precisamente con las apariencias de la vida. ¿Cómo podríamos conocernos a sí mismos si jamás dirigimos la inteligencia hacia adentro, debido a que estamos fascinados por los distintos eventos, sucesos, acontecimientos que llegan a nosotros? ¿Cómo podríamos conocernos a sí mismos si nunca dirigimos la conciencia hacia adentro, debido a que los múltiples problemas de la existencia nos tienen atrapados? los vemos insolubles, creemos que son eternos, no nos damos cuenta de que tienen un principio y que tienen un fin. Nosotros estamos atrapados por lo que es inestable, por lo que no tiene verdadera realidad. Estamos metidos dentro de una máquina que gira incesantemente.
Juzgamos a los demás, de acuerdo a cómo somos. He ahí tantos y tantos errores y no coinciden nuestros juicios con los eventos que malinterpretamos, sean estos propios o ajenos.
Obviamente estamos metidos dentro de una máquina que gira incesantemente, pero andamos sonámbulos, inconscientes, dormidos. Nada sabemos sobre sí mismos porque nunca nos acordamos de sí mismos, de nuestro propio Ser. Tenemos la mente demasiado ocupada en las cosas ilusorias, en lo que es pasajero.
Nuestro propio reflejo
(El audio se corta y continúa aquí) La reflexión íntima del ser. No vivir más como autómatas, no. Vivir en estado de alerta percepción, alerta novedad. Estamos en un estado de coma espantoso.
Reflexión en esto, no nos conocemos a sí mismos, primero. Segundo, proyectamos nuestros defectos psicológicos sobre los demás y vemos en los demás nuestros propios defectos. Tercero, juzgamos equivocadamente las acciones de los demás. Cuarto, las malas acciones no coinciden con el juicio que nosotros emitimos. Quinto, el juicio que nosotros emitimos es en verdad el propio defecto psicológico que sobre el prójimo hemos proyectado.
Conclusión: el prójimo nos está sirviendo de espejo, pero nosotros no nos damos cuenta en nuestra inconsciencia de que el prójimo está únicamente reflejando nuestros propios defectos, nuestro propio yo psicológico.
El prójimo es un espejo donde nosotros nos reflejamos. No comprendemos que el reflejo que hay en el espejo, es nuestro propio reflejo. Ni siquiera nos damos cuenta de que nos estamos reflejando en el prójimo. Antes bien, estamos tan identificados con el evento, con el suceso, con la circunstancia o circunstancias que ni remotamente se nos ocurre reflexionar en todas estas cuestiones. Vivimos en un estado de fascinación, de inconsciencia, de sueño psicológico.
Si en estos asuntos de la vida práctica, diríamos terrenales, andamos tan inconscientes, ¿Que podríamos decir nosotros con respecto a las cosas celestiales?. En verdad que podríamos malinterpretar todos los postulados de la ciencia hermética. Podríamos malinterpretar debido a nuestros juicios erróneos, las actitudes de los otros, la vida de los adeptos, etc. Podríamos malinterpretar debido a nuestro estado de inconsciencia, hasta el mismo drama cósmico y obviamente el drama cósmico tal como está estipulado en los cuatro evangelios ha sido malinterpretado.
¿Por qué podríamos interpretar erróneamente la vida de los adeptos de la blanca hermandad? ¿O por qué podríamos malinterpretar el drama cósmico? ¿Por qué podríamos malinterpretar los postulados de la sabiduría hermética? Etc.
Por un solo motivo, que nuestro juicio no es libre. Es un juicio condicionado por nuestros propios defectos. Nuestro juicio es el resultado del embotellamiento psicológico en que nos hallamos, nuestro juicio es dijéramos la proyección de nuestros propios defectos. Proyectamos nuestros propios defectos sobre los cuatro evangelios, los proyectamos sobre los postulados de la ciencia hermética, los proyectamos sobre los actos de los iniciados, sobre la vida de los adeptos. etc. Así es que también para las cosas celestiales no estamos preparados y proyectamos, una mente que proyecta es propio de errores, no es una mente libre, no es una mente que pueda aprender, capturar la realidad de las cosas, la realidad de los fenómenos, de los hechos, de las circunstancias, que por todas partes nos rodean. Una mente así, si no sirve para comprender las cosas naturales, ¿cómo serviría para entender la vida de los grandes iniciados? ¿Las cosas celestiales? Incuestionablemente fallaría, porque si lo terrenal no se puede entender, mucho menos lo celestial. Así que creo yo que lo vital en la vida es no dejarnos llevar de las apariencias, no dejarnos capturar por los eventos y circunstancias, antes bien estar alertas para descubrir en tales eventos nuestros propios defectos de tipo psicológico.
Cada circunstancia de la vida, sea esta en la casa, en la calle, en donde sea, nos brinda maravillosas oportunidades. Porque si estamos alertas y vigilantes como el vigía en época de guerra, logramos aprehender nuestros propios defectos que se proyectan sobre el prójimo. El prójimo es el espejo donde podemos ver nuestros mismos defectos. Si vamos por la calle y vemos a un ebrio, a un borrachito, ¿qué hacemos? ¿Hay qué burlarnos del borrachito? Antes bien decir, ahí voy yo, vea, ese borracho soy yo. Vea como hago de …, miren. Cuán cómico estoy, ese soy yo, ahí voy.
Debemos aprender a vernos en los demás. Si descubrimos allá un individuo que truena y relampaguea, que rasga sus vestiduras como caifás, debemos decir, he ahí yo, ahí estoy, sí, cuál iracundo soy, cómo rasgo mis vestiduras, cómo blasfemo, ese soy yo. Porque en verdad estamos reflejándonos sobre los demás, en el prójimo nos estamos reflejando.
Podrían ustedes decirme en forma enfática, tal vez objetar: no, yo no soy ladrón, yo no soy un asaltador de casas, yo no me subiría jamás a la azotea a meterme a una casa ajena para robarme los dineros o las joyas. Eso diría, ¿verdad?, juzgaríamos al ladrón diciendo, ¡ladrones!, y a la cárcel lo metan. Más, sucede que dentro de nosotros también existe el yo ladrón. No lo conocemos, no lo hemos descubierto, pero existe. Ahí si como dijo Galileo, “eppur si muove, si muove”, pero se mueve, se mueve. Cuando a Galileo le preguntaron: “jura usted que la tierra no es redonda y no se mueve”, entonces dijo: “juro, eppur si muove, si muove”, es decir, pero se mueve, se mueve. Lo juro, pero se mueve, se mueve. Así dijo Galileo, se evitó de que lo quemaran vivo en la hoguera de la Inquisición. Así. Podemos decir que nosotros no tenemos el yo del robo. Ahora, miren ustedes, personas tan honradas, que sean incapaz de quitarle un quinto a nadie. Y sin embargo tiene el yo del robo. Increíble. Algún día lo descubrirá. ¿Quién podría pensar que, por ejemplo, una dama virtuosa, magnífica esposa, por ejemplo, tenga un yo de prostitución? Imposible. Ok, no vamos tan allá. Pensemos en una niña pequeña que es todavía más escandaloso, que una niña de 12 años, inocente, bien criada religiosamente, tenga el yo del prostíbulo, es algo que causa asco, dirían ustedes, imposible, absurdo, mas sí puede ser.
Recuerden también ustedes que así como hay una luna allá arriba brillando en su firmamento, que tiene dos caras, una para iluminar la noche y otra escondida, oculta, que nunca se ve. Así también hay una luna psicológica dentro de cada uno de nosotros, con dos caras. La que se ve y la que no se ve. La manifiesta y la pública. En la cara manifiesta de esa luna psicológica tenemos los defectos que a simple vista resaltan. Ira, codicia, lujuria, envidia orgullo, pereza, gula, etc, etc, etc; pero tras de esa luna psicológica, tras de esa cara que a simple vista se ve, en nuestra luna psicológica, existe la parte oculta, la que no se ve.
Allí tenemos defectos que ignoramos, allí todos resultamos magos negros, allí todos resultamos hechiceros, brujos, allí resultamos ladrones, allí las damas más aristocráticas resultan prostitutas, etc, etc. En esa cara oculta de la luna que no se ve, de la luna psicológica, hay yoes de prostitución, hay yoes, yoes de adulterio, hay yoes de asesinato, hay yoes de robo, etc, etc. Yoes que normalmente ignoramos; porque si alguien nos dijera que nosotros tenemos tal o cual yo de eso, nos ofenderíamos, no aceptaría de ninguna manera; mas si los tenemos.
Si a un santo del Nirvana se le dijese que él tiene todavía yoes del asesinato, de la prostitución, o del robo, se le ofendería terriblemente. El santo nos bendeciría dulcemente. “Que Dios te perdone, hijo mío; estás perdonado, no guardo rencor contra ti, pero sé, hijo mío, que yo no tengo nada de eso”. Diría que el santo del nirvana. ¿Por qué? Porque no es más que un santo. De esa forma que el santo detiene su avance hacia el eterno Padre Cósmico común. Y muchos son los santos que así están detenidos en su avance. Que en verdad, aunque sean del nirvana, en la cara oculta de la luna, en esa cara oculta de la luna psicológica, cargan todos esos yoes. Y esto es lo que no entienden muchos. Esto es en verdad lo grave.
Todos tenemos la tendencia a justificar, a dejarnos llevar por la apariencias. En cuanto a lo que a mí se refiere, ni soy santo, ni me interesa ser santo. ¿Por qué no me interesa ser santo? Porque me detendría en mi progreso y esotérico. Sé muy bien que en la parte oculta de mi luna psicológica tienen que existir, inevitablemente, existen yoes de tiempos antiguos, escondidos en las tinieblas. Eso lo sé.
Sé también que sólo penetrando heroicamente con mi espada en la mano en esa zona de nuestra luna psicológica, podremos en realidad, de verdad, eliminar tales defectos. Más esto es muy avanzado. Normalmente las gentes pueden eliminar los defectos de esa parte de la luna psicológica, esos defectos que resaltan que a simple vista se ven.
Ya cuando se trata de penetrar en la parte oculta de la luna psicológica, en la parte escondida, pues se requiere un esfuerzo mayor. Eso pertenece ya a la iniciación de Judas. Corresponde a la pasión por el Señor. Nadie podría penetrar en esas zonas sino empuñara la lanza en la forja de los cíclopes, es decir, en la novena esfera. Misterios, sí, muy grandes. El salto no llega tan lejos. Se contenta con eliminar los yoes defectos que posee la cara visible de su luna psicológica. Luego, se veatífica. De ahí no pasa. Y entonces, se estanca.
He ahí el motivo por el cual yo no soy santo. Ni quiero ser santo. Únicamente amo la comprensión y eso lo fundamental, la comprensión de sí mismo. En realidad, de verdad, el adepto está mas allá de los santos. Cuando alguien dijo “los santos maestros”, está equivocado. Porque los maestros están más allá de los santos. Primero está el profano, luego el santo y después el maestro. El maestro está más allá de la esfera de los santos. En el maestro está la sapiencia. Más es posible juzgar equivocadamente a los maestros, a los adeptos. Tenemos siempre la tendencia a proyectar hasta sobre los adeptos nuestros propios defectos de tipo psicológico.
Si juzgamos equivocadamente a los adeptos, sobre ellos también lanzamos nuestros juicios equivocados. Porque si no es posible juzgar rectamente los actos del prójimo común y corriente, mucho menos es posible juzgar los actos de los adeptos de forma correcta. Normalmente tenemos la tendencia a tirar lodo contra los adeptos. Así como tiramos lodo contra nuestro prójimo, también tiramos lodo contra los adeptos de la blanca hermandad. Por eso estos han sido crucificados, envenenados, metidos en prisiones, apuñalados, perseguidos. Es muy difícil juzgar a un adepto.
Si es casi imposible juzgar al propio, mucho menos podríamos juzgar a un adepto; así que los invito esta noche a la reflexión, a no dejarse llevar jamás de las apariencias, porque las apariencias engañan. A no endilgar nuestros defectos a nadie, y hasta aquí mis palabras. Paz y Inverencial.